El dominio de España en Flandes y su aceptación por la aristocracia del país crearon unas circunstancias que en muchos aspectos eran semejantes a las de la Francia contemporánea. Del mismo modo, aquí la aristocracia fue puesta en completa dependencia del Estado y transformada en una nobleza cortesana; también hubo un ennoblecimiento de la burguesía que se inclinó a dejar la vida activa de los negocios; la Iglesia adquirió una posición sin competencia, aunque siempre a costa de convertirse, como en Francia, en un instrumento del Gobierno, de igual forma la cultura de las clases dominantes adoptó un carácter cortesano y perdió, poco a poco, todo contacto, no sólo con las tradiciones populares, sino asimismo con el espíritu de la corte borgoñona, todavía influida por el espíritu burgués.
El arte tuvo aquí un sello especialmente oficial, sólo que, a diferencia del francés, estaba influido por la religión, lo que se explica por la acción española. No había en Flandes, a diferencia de Francia, una producción artística organizada por el Estado y absorbida por la corte. También la Iglesia, el cliente más importante del país, se conformaba con prescribir al arte una dirección católica en general, pero sin imponerle ninguna coerción que afectase el tono general de las obras
En ninguna parte, excepto en los países del sur de Alemania, tuvo tanto éxito la Iglesia reformada como en Flandes, y nunca fue la alianza entre el Estado y la Iglesia, tan íntima como bajo Alberto e Isabel, es decir, en el momento de esplendor del arte flamenco.
El catolicismo derivaba de Dios la soberanía de los príncipes, el protestantismo, con su doctrina de la filiación inmediata respecto de Dios, era esencialmente autoritario.
En ningún momento de la historia del arte, es más indicado un análisis sociológico como en éste. Dos direcciones artísticas tan diferentes como el Barroco flamenco y el holandés, surgen en coincidencia temporal casi perfecta, en estrecho contacto geográfico y, excepto por la situación económica y social, en condiciones análogas.
Felipe II, en cuya época surgió la bifurcación de la cultura de los Países Bajos, quería introducir los logros del absolutismo, el sistema del Estado centralizado y un racional orden en la administración financiera en Holanda.
La sublevación de los Países Bajos fue una revolución de conservadores. Los burgueses querían conservar su autonomía ciudadana y los privilegios a ella unidos.
Las provincias libres del norte formaron un Estado de ciudades, pero en un sentido completamente distinto al de las provincias del sur, donde la función de las urbes cambió después de la pérdida de la autonomía local. En el Sur, después del aplastamiento de la rebelión, ya no fue la burguesía ciudadana el elemento social predominante, como en Holanda, sino el estrato superior aristocrático o aristocratizante, que se orientaba hacia la Corte.
La dominación extranjera condujo en el Sur a la victoria de la cultura cortesana sobre la cultura ciudadana y burguesa, mientras que la liberación nacional en el Norte, acarreó el mantenimiento de las características de la ciudad. Pero el florecimiento económico de Holanda se debió al azar. La favorable posición marítima, las guerras que obligaron a España a comprar al enemigo, la escasez de dinero de Felipe II en 1596, que causó la ruina de los banqueros italianos y alemanes e hizo convertirse a Amsterdam en centro del mercado monetario europeo, fueron posibilidades que Holanda sólo tuvo que aprovechar.
La alta burguesía holandesa, que se fundaba sobre el bienestar y servía para el enriquecimiento, encomendó para la representación de sus intereses a los regentes.
La gran burguesía formaba la transición entre la nobleza y las clases medias, y representaba una fijación de la jerarquía social casi desconocida.
El espíritu burgués siguió siendo en el arte el predominante, y prestó a la pintura holandesa un sello esencialmente burgués en medio de una cultura cortesana general en Europa.
En la época en que Holanda alcanza su mayor florecimiento cultural, en los demás sitios ya ha pasado el punto culminante de la cultura burguesa; en el resto de Europa, sólo en el siglo XVIII, la burguesía comienza a desarrollar de nuevo una cultura que recuerde a la holandesa. A su carácter burgués debe el arte holandés la desaparición de las trabas eclesiásticas. Las obras de los pintores holandeses están por todas partes excepto en las iglesias.
Se prefiere la vida real y cotidiana; el cuadro de costumbres, el retrato, el paisaje, el bodegón, el cuadro interior y la arquitectura. Cuanto más inmediato, abarcable y cotidiano es un tema, tanto mayor es su valor para el arte.
Más revelador que la elección de los temas es para el arte holandés el naturalismo por el que se distingue no sólo del barroco general europeo y su postura heroica, su solemnidad estricta y rígida y su sensualismo tempestuoso y desbordante, sino también de cualquier otro estilo anterior orientado de modo naturalista. Los cuadros íntimos en que toma forma esta forma artística han pasado a ser la representación característica de todo el arte burgués moderno.
En Holanda la pintura es el género dominante. Nunca antes, ni siquiera en la Florencia renacentista, se ha mantenido el gusto burgués tan libre de influencias oficiales o públicas, y ha sustituido los encargos públicos por los privados. Sin embargo, el gusto artístico de la burguesía no es en modo alguno homogéneo. La burguesía pertenece a distintos estratos en cuanto a su educación, y, por lo tanto, plantea exigencias distintas.
Los ilustrados, que se formaron en la literatura clásica y continúan la tradición del humanismo, favorecen las corrientes italianizantes (muchas veces vinculadas al Manierismo). Prefieren, a diferencia del gusto popular, representaciones históricas y mitológicas; alegorías y pastorales; temas bíblicos e interiores elegantes.
La burguesía no intelectual prefiere el naturalismo.
El gusto naturalista – burgués y el clásico - humanista se hallan durante todo el período de florecimiento de la pintura holandesa en estado de tensión. Sin embargo, vence en Holanda el academicismo clásico.
En el siglo XVII la compra de objetos de arte, especialmente cuadros, se convirtió en la forma preferida de colocar el dinero, en la que participaban gentes de todas las clases sociales. Probablemente no hubiese ninguna casa burguesa sin cuadros. Los compradores eran en gran parte pequeños burgueses y aldeanos. En los comienzos, la pintura debe haber asegurado buenas ganancias (sólo así se explica la gran cantidad de profesionales). En el siglo XVI, Amberes era una gran exportadora de arte.
Los comienzos del comercio de arte en los Países Bajos se remontan al siglo XV, especialmente en Amberes, Brujas, Gante y Bruselas. Pero en este siglo y en el siguiente, el comercio está todavía en manos de los artistas (que trafican obras propias o ajenas). Luego comenzaron los libreros, editores de grabados, prenderos, joyeros, enmarcadores y posaderos.
La formación e independización del comercio artístico tuvo grandes consecuencias en la vida artística moderna. Condujo:
- A la especialización de los pintores en distintos géneros
- A crear una demanda regular
- A informar al artista sobre los deseos del público
El artista, a su vez, se acostumbra a trabajar para clientes desconocidos e impersonales. Pero el tráfico de arte tiene una devastadora influencia sobre la producción por la continua reducción de los precios, y, además, porque el comercio inunda el mercado de copias y falsificaciones; con lo que se desvaloriza el original.
La evolución entre la Antigüedad y el Barroco es el tránsito gradual del primero al segundo período, con la pintura holandesa del siglo XVII.-