El Carnaval: Una Fiesta del Pueblo en Libertad
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Numerosas razones sociológicas, religiosas, históricas definen
y encumbran el Carnaval como la Fiesta de las Fiestas |
Hace tiempo que sabemos que el hombre es un
animal, pero no ha sido hasta los últimos hallazgos entorno al genoma ese, que
nos hemos dado cuenta de que el margen de diferencia con nuestro primo el
gusano o nuestro hermano el mono es infinitamente menor de lo que se creía. La
principal las diferencias del hombre con los demás bichos es que este es un
animal que se ríe, pero no como las hienas -que alguno podría decir-, sino más
bien, que hace fiesta. Y también, y principalmente durante ellas, es el único
capaz de salirse de su propio centro, de abandonar su rutina diaria para
celebrar esta actividad, para burlarse de sí mismo, para ser otro, para mofarse
de la realidad.
Los orígenes del Carnaval se pierden en el génesis de la humanidad y tiene éste un doble origen religioso y laico, del pueblo llano, casi pagano. No existirían sin Dios o dioses, pero desde luego que tampoco existirían sin tribu, sin familia, sin comunidad, sin pueblo.
Hay muy variadas razones
sociológicas, religiosas, históricas definen y encumbran el Carnaval como la
Fiesta de las Fiestas, pero tal vez la primera la encontramos en la propia
fecha: nos encontramos en el momento en que se deja atrás el crudo invierno y
comienza a presentirse la primavera, esa que altera la sangre, y da alegría al
cuerpo, del mismo modo que altera el paisaje y llena los campos de flores.
A la fiesta del carnaval se le atribuyen diversas paternidades porque, por encima de todo e incluso antes que la tradición cristiana los situase como prólogo de la Cuaresma, los Carnavales se identifican también con esas fiestas dionisíacas de los antiguos griegos (la orgía, el disfraz, el descaro, la libertad...), o las fiestas en honor a Saturno de los romanos. Durante estas últimas, se daba libertad a los esclavos y se elegía entre las clases inferiores al rey de los bufones. Se invertían los conceptos: el amo se disfrazaba de esclavo, el hombre de mujer, el libertino de puritano, el viejo de niño. Así, y a través del disfraz, tomaba su carácter subversivo la fiesta.
En efecto, el carnaval es
una fiesta subversiva. De ahí que la historia de los carnavales sea una
historia interrumpida por continuas prohibiciones. Cuando la austeridad del
cristianismo se adueñó del Imperio Romano, la primera tarea fue la de prohibir
las fiestas paganas, o en su defecto, santificarlas. Y la liturgia cristiana
instaló la Cuaresma, los cuarenta días previos a la conmemoración de la
Crucifixión, el tiempo de ayuno y abstinencia durante el cuál la carne estaba
prohibida.
Pero si la Cuaresma era el tiempo de la austeridad, del ayuno, de la abstinencia, de ese terrible miércoles de ceniza, en la que la liturgia nos recuerda que somos ceniza y en ceniza nos convertiremos, y ante la cercanía de la tragedia, el pueblo reaccionó con el frenesí liberador de la fiesta.
Y aquí es donde encontramos uno de los matices más interesantes y diferenciadores de los Carnavales como fiesta: su componente de anticipación. En contraposición a todas las fiestas restantes que son retrospectivas (el fin de la vendimia, la alegría de una buena cosecha, la conmemoración de una victoria...), el Carnaval es una fiesta previa a lo que viene después. El carnaval se fue enraizando en nuestra cultura como una venganza ante la Cuaresma que viene, es el "que me quiten lo bailado".
Esta fiesta renació durante la Edad
Media, al tiempo que se afirmaba la dureza cuaresmal (ayuno y abstinencia)
.Alcanzó después su máximo valor artístico en Venecia y en los bailes de
máscaras (como el de la ópera de París a partir de 1715).Ahora tiene su máxima
expresión en Río de Janeiro, Nueva Orléans y Tenerife.
Los verdaderos orígenes del Carnaval
están sin duda en las fiestas que por primera vez celebraban los pueblos
paganos con acompañamiento de música, cantos y danzas y que no pocas veces
revestían carácter licencioso; así las fiestas egipcias de Apis e Isis, las
griegas de Baco, las romanas de Saturno, etc...
El medievo contempló el resurgir de
estos bulliciosos festejos, muy particularmente en las ciudades italianas; en
Roma, la llegada del carnaval era anunciada por jóvenes disfrazados de monjes
que recorrían vociferando las calles. En éstas y en los bailes aparecían en los
días siguientes figuras de mil guisas y fachas a cual más dispar; se celebraban
carreras de caballos sin jinete, baile de máscaras, deportes y otros festejos,
que finalizaban a las 12 de la noche del martes de carnestolendas o martes de
Carnaval. Tales amenidades se impusieron también París, cuyo carnaval no tardó
en destacar sobre todos los demás.
Muchos historiadores y estudiosos de la
fiesta han llegado a establecer la hipótesis de que las fiestas de carnaval derivan
de algunas de las fiestas del mundo romano y tampoco faltan otros que las hacen
aparecer como vestigios de otros ritos que aparecieron en tiempos
prehistóricos, lo que no se puede admitir de ninguna manera ya que olvidan que
las fiestas romanas tenían un fundamento mítico y religioso que poco a poco
fueron perdiendo hasta quedar por completo vacías de ello, como un ritual que
se repetía sin más fundamento que el meramente ritual, sobre todo por las capas
más bajas de la sociedad tardorromana y medieval.
Algunas de las fiestas del mundo
antiguo en que dominaban cultos a la naturaleza y era común el uso de máscaras,
inversión de costumbres, ruptura de formas de convivencia social... fueron
readaptadas por el mismo cristianismo, y otras iniciadas en ese momento, sobre
todo loas que implicaban una parodia, y como tales acopladas en unos cuantos
días, pretendidamente tres, en los que dominaba la inspiración demoníaca, que
se celebraban principalmente en la calle y que habrían de servir como
contrapunto eficaz a la prolongada etapa en que entraba la sociedad y cuyos
ritos se habrían de celebrar en su integridad en el templo o casa de Dios.
Así nació el Carnaval, una
fiesta que también fue conocida con el nombre de Carnestolendas, Antruejo,...y
que comprendía un tiempo en que la locura y el disparate se adueñaban del mundo
con enmascaramientos y disfraces, con inversiones sociales en el que el
poderoso cedía su puesto al humilde, de palabras atrevidas y burlas
descarnadas, de representaciones burlescas y satíricas,...
Durante siglos el Carnaval fue la
fiesta en la que imperaba el desorden y el caos; en la que la carne, la gula y
el sexo han reclamado sus derechos frente a las imposiciones estrictas del
espíritu y de la moral cerrada; en la que la subversión ha reinado en nombre de
la libertad que era perseguida el resto del año y todo ello se ha hecho como un
juego, como una ficción. como un rito a largo plazo para que obrase como una
espita por la que se escapaban las fuerzas y contradicciones manifiestas y secretas
que anidaban en el interior del hombre .
Durante ese tiempo, que quedó fijado en
los tres días previos a la Cuaresma, pero que en realidad no fue así ya que
hasta en el mismo periodo de Navidad nunca dejaron de hacerse algunas fiestas
llamadas de invierno, que deben de ser consideradas como auténticas
carnavaladas, como las que sucedían en el día de los Inocentes cuando salía por
las calles la figura del inocente, con un traje extraño y con un palo en el que
había una vejiga hinchada, persiguiendo a los niños y a las mujeres mientras
reclamaba una pequeña cantidad de dinero para la merienda de la fiesta, o se
parodiaban los sermones del cura en la plaza cuando acababa la misa, o se
nombraba un obispillo entre los monaguillos, o se hacía alcalde por un día a
uno de los mozos que se pasaba todo el día con la vara de la autoridad en las
calles ordenando disparates... Durante este tiempo las personas que ostentaban
el poder político se retiraban del escenario social y dejaban paso libre al
pueblo para que se manifestase con espontaneidad y también, por qué no decirlo,
en su perversión más o menos ingenua.
Buenos Aires
Entre fines del
siglo pasado y comienzos del presente, gran cantidad de inmigrantes llegaron a
nuestro país buscando mejores condiciones de vida. Buenos Aires pasó de 180.000
habitantes en 1869 a 1.500.000 en 1914. Trabajadores provenientes de Europa, en
especial de España e Italia, poblaron la ciudad con la esperanza de encontrar
en este país posibilidades de ascenso social. Sin embargo, una buena parte de
ellos se encontraron con una realidad muy distinta. El alto costo de los
alquileres los obligó a vivir hacinados en conventillos. Actualmente en la zona
sur perduran algunas de estas construcciones, otras fueron recicladas y se
transformaron en viviendas particulares amplias.
Fue ese sueño loco
el que movilizó la imaginación y la avaricia, el que dotó de coraje temerario a
los conquistadores y los impulsó a superar todos los obstáculos, a afrontar
todas los peligros y soportar todas las penurias para apoderarse, para hacer
suyo, el "Nuevo Mundo" y todas sus imaginadas riquezas. Esa ambición
sin límites motivó al ya entonces sifilítico don Pedro de Mendoza, un hidalgo
de pocos escrúpulos (que, al decir del historiador Del Barco Centenera, durante
el saqueo de Roma "en tiempo de pillar hinchó la mano"), a lanzarse a
la aventura que lo llevó a fundar en estas costas, en la zona que hoy es
nuestro San Telmo, a la Ciudad de Buenos Aires que tanto amamos.
Los
orígenes del carnaval son remotos, de procedencia griega o romana. En su inicio
tenía carácter religioso, en homenaje al dios Dionisio o Baco, el dios de las
pasiones primordiales, de la celebración de los sentidos. Por eso asume las
formas de la fiesta, de la alegría y del desenfreno en que todo lo razonable y
ordenado cede paso a la espontaneidad, el desorden y los y los excesos.
En
otras épocas los negros eran un componente sustancial de la ciudad y,
especialmente, de su zona sur, la de los actuales San Telmo y Montserrat.
Recuerdo de eso es la evocación, para las fiestas patrias, de las "negras
mazamorreras" o las vendedoras de churros y empanadas, para "generar
el clima" de las fechas en que elegimos ser libres.
Estos son tiempos
duros, problemáticos. Trabajar, luchar por la subsistencia, cuesta mucho y nada
parece garantizado. A estas dificultades se suma la moda de un discurso
pasatista que nos amarga la vida (más todavía, si cabe), con denuncias
tremendistas sobre los daños que acarrea el progreso. Si las tomáramos al pie
de la letra debiéramos partir de la premisa de que casi cualquier progreso es
sinónimo de contaminación, amenaza para la vida y destrucción del planeta.
Parece como si el ayer hubiera sido idílico, perfecto y que, desde ese pasado
"ideal" hasta ahora sólo se hubieran incorporado pérdidas y
decadencia.
Historia del Carnaval Bonaerense
Artículo publicado en la revista Circulo
de la Historia, Nº 47, febrero 2000.
"Se acercan los días consagrados a esa
brutal diversión. Legado de nuestros opresores." Así comenzaba "Un
porteño", como dio en llamarse, una nota que publicara en un periódico de
1833. Como bien dice nuestro antepasado protestón, en los siglos pasados el
carnaval se festejaba con una violencia increíble. Fue cambiando, poco a poco,
a través de los años, influenciado por el también lento cambio cultural de
nuestra sociedad. El carnaval fue legado por los españoles, con ellos llegaron
a nuestras tierras estos festejos de antigua data en al continente europeo.
El carnaval que se festeja en América se ve
originado como una fiesta cristiana, o por lo menos en un ámbito cristiano, ya
que el carnaval son los tres días anteriores (sábado, domingo y lunes) al
miércoles de ceniza, que es cuando comienza la Cuaresma. La Cuaresma es un
período de ayuno observado por los cristianos como preparación para la Pascua.
Por todo esto, los tres días de carnestolendas o carnaval, eran festejados a
pleno, porque luego vendría un período de ayuno completo, o sea, de fiestas
también.
Como bien dice una antropóloga "el
carnaval aparece como un absurdo; encarna la sublimación del ocio. El
sinsentido del hacer para despilfarrar." En esta fiesta, el disfraz
propone la confusión de los lugares sociales y hasta la de los sexos, esclavos
disfrazados de señores y al revés, humanos disfrazados de animales, hombres
transformados en mujer, etc. Por esta suspensión de lo establecido se lo tildó
muchas veces de subversivo. Pero es también un tiempo de sueño, se encarna el
papel que se quiere ser, sólo por tres días.
Nuestro carnaval ha adquirido muchas formas
a lo largo de sus cientos de años de vida, pero la costumbre que siempre reinó,
y lo sigue haciendo, es la de arrojarse agua. El abuso de esta costumbre fue la
causante de las distintas prohibiciones que se le impusieron a esta divertida
fiesta. Nadie quedaba fuera del carnaval, todos se divertían en esos tres días
en los cuales la ciudad parecía un campo de batalla; ricos, pobres, blancos,
negros, desconocidos, conocidos, todos participaban. El mismo Domingo F.
Sarmiento era un gran adepto al carnaval y no se molestaba en los mas mínimo si
le arrojaban agua cuando era presidente.
Como se dijo, la costumbre de mojarse uno a
otro en carnaval, la trajeron los españoles, a pesar que en España el carnaval
cae en invierno. Ya desde el siglo XVIII los bonaerenses se mojaban los unos a
los otros. En 1771 el Gobernador de Buenos Aires Juan José Vértiz implantó los
bailes de carnaval en locales cerrados. Se oficializaban los bailes, a efectos
de atenuar las inmorales manifestaciones callejeras de los negros, que habían
sido prohibidas el año anterior. Por esa misma época, un grupo de gente
descontenta con los bailes justo antes de la cuaresma, y según decían por los
excesos que ocurrían en ellos, llevaron su descontento ante el mismísimo rey de
España. El rey envió de inmediato dos órdenes a Vértiz, el 7 y 14 de enero de
1773, por las cuales prohibía los bailes y le encargaba que arreglase las
escandalosas costumbres en que había caído la ciudad. Vértiz, no se quedó
callado, le protesto al rey diciendo que como se bailaba en España, también se
lo podía hacer en Buenos Aires. Pero el rey Carlos III promulgó una ley el 16
de diciembre de 1774, en la cual prohibía los bailes de carnaval, alegando que
él nunca los había autorizado en las Indias. Como ustedes se imaginarán no se
respetó la prohibición, tanto que los festejos degeneraron y ya en la época del
virreinato, el virrey Cevallos se vio obligado a prohibir los festejos de
carnaval. "...conviniendo remediar este desorden con el presente prohibo
los dichos juegos de Carnestolendas...", decía el bando del virrey, y
sigue "... ha tomado en pocos años a esta parte tal incremento en esta
ciudad [...] en ellos se apura la grosería de echarse agua y afrecho (salvado),
y aun muchas inmundicias, unos a otros, sin distinción de estados ni
sexos...". Seguía diciendo que la gente, se metía en las casas y
reventaban huevos por todos lados, hasta robaban y rompían los muebles.
Los excesos no disminuían, y si lo hacían
era por poco tiempo. El 13 de febrero de 1795 el virrey Arredondo promulgó el
bando acostumbrado prohibiendo "los juegos con agua, harina, huevos y
otras cosas".
En los años siguientes a la Revolución de
Mayo, se volvió muy común entre la población, en especial entre las mujeres, la
costumbre de jugar en forma intensa con agua. Para ello utilizaban todo tipo de
recipiente, desde el modesto jarro, hasta los huevos vaciados y rellenos de
agua con olor a rosa, pasando por baldes, jeringas, etc. Los huevos eran
vaciados y llenos con agua, pero no siempre con agua aromatizada, a veces solo
se tiraban huevos podridos. Entre la gente acomodada se usaba, comprar los
huevos de ñandú, rellenos de agua con olor a flores, como hoy se venden las
bombitas, los huevos se vendían en las esquinas. Las azoteas de las casas se
convertían en verdaderos campos de batalla acuáticos, y más de un transeúnte se
ligó una fresca catarata de agua. La batalla por una azotea entre hombres y
mujeres, todos jóvenes, era divertidísima y terminaba con la inmersión de los
perdedores en una tina o bañadera.
Esta costumbre de mojarse sólo se utilizaba
en la ciudad, no se había generalizado todavía en la campaña ni en las ciudades
aledañas a la capital virreinal. En la campaña solían festejar de forma muy
ruda, grupos de jinetes que chocaban entre si con mucha fuerza, quedando
heridos.
Un escritor inglés dice para 1820:
"Llegado el carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de
música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojándose baldes de agua
desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros
de casa en casa." Y sigue "Los diarios y la policía han tratado de
reprimir estos excesos sin obtener éxito."
En las calles eran más encarnizadas las
luchas con agua, ya que en ellas intervenían los esclavos, que mojaban a todo
el mundo, se daban pequeñas venganzas, y más de uno no se la aguantaba pasando
a las manos, que muchas veces terminaba con heridos o algún muerto. Por eso
cada comienzo de carnaval se dictaban medidas preventivas, que nunca
funcionaban porque los policías también jugaban al carnaval y los que estaban
de servicio preferían alejarse de los lugares de lucha, para no ligarla ellos
también.
El carnaval de 1827 fue mucho más tranquilo
y los juegos con agua casi ni se vieron, las continuas quejas de años
anteriores habían hecho efecto, aunque mas que nada se debió a la determinación
de la policía de conservar el orden, algo que nuca había ocurrido. Pero esta
moderación sólo duro dos años, ya en 1829 vuelve la violencia. Dice un
periódico: "Hemos oído asegurar que no han faltado brazos ni piernas
rotas, ojos sacados, pistoletazos, etc.". Esto porque otra vez los
policías eran los primeros en jugar. Los juegos con agua siguieron, no siempre
violentos.
En los tiempos de Juan Manuel de Rosas, el
carnaval era esperado con mucho entusiasmo, en especial por la gente de color.
Para el carnaval de 1836 se permitieron las
máscaras y comparsas, siempre y cuando gestionasen anticipadamente una autorización
de la policía. Para esta época el carnaval estaba ya muy reglamentado para
prevenir desmanes. Solo se permitía el juego en los tres días propiamente
dichos de carnaval, y el horario era anunciado desde el Fuerte con tres
cañonazos al comienzo, doce del mediodía, y otros tres para finalizar los
juegos, al toque de oración (seis de la tarde). También se tiraban cohetes,
para los cuales había que tener permiso de la policía.
Para los juegos en esta época, se
movilizaban carros con tinas de agua, jarros, jeringas, huevos de ñandú,
también se usaban vejigas llenas de aire, con las cuales se golpeaba a los
transeúntes. Estos juegos generaban verdaderas batallas campales. Luego del
cese de los juegos con agua, continuaban los festejos con reuniones particulares,
que a veces terminaban a la madrugada.
Las costumbres del carnaval, en época de
Rosas, fueron cayendo en excesos, llegando hasta el máximo desbordamiento. La
gente se divertía muchísimo, no había ni clase ni estrato social que no jugara
al agua en carnaval. Pero como en todo estaban los exagerados, que llegaban a
las manos, y muchas veces ocurrían desgracias. También estaban los que no
disfrutaban de estos juegos y no dejaban de quejarse por medio de revistas y
periódicos. Muchos de estos últimos se iban de la ciudad por esos tres días de
carnaval. Los excesos, ¿cuáles eran los excesos?, se preguntaran. Estaban los
que aprovechaban para entrar en las casas y robar, los que se aprovechaban de
las mujeres que jugaban al carnaval, manoceándolas, rompiendo sus ropas y hasta
violándolas. También se catalogaban como excesos algunas costumbres que ahora
son muy comunes en carnavales como los de Río de Janeiro o Gualeguaychú:
"Las negras, muchas de ellas jóvenes y esbeltas, luciendo las desnudeces
de sus carnes bien nutridas...", decía José M. Ramos Mejía de esa época.
Por esta época los festejos de carnaval se
habían extendido a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires. Los juegos
con agua predominaban, pero también había bailes. Estos eran muy importantes,
comenzaron en domicilios particulares. A principios del siglo XX tomaron la
posta los Clubes de Barrio.
Pero siguiendo con los "carnavales de
Rosas", los grandes protagonistas y protegidos de Rosas, eran los morenos.
Los negros se dividían en "naciones", y se juntaban en
"tambos" a danzar al ritmo de sus candombes. El mismo Rosas concurría
a los "huecos" donde los morenos festejaban. Por nombrar una, en 1838
acudió a la fiesta realizada por la "nación" "Congo
Augunga", en la esquina de las actuales San Juan y Santiago del Estero,
acompañado de su esposa Encarnación y su hija Manuelita.
Una costumbre en esta época era la llamada
"día del entierro". Los vecinos de cada barrio colgaban en algún
lugar un muñeco de paja, al que llamaban Judas, que luego era quemado, en medio
de una fiesta general.
Pero no todo era diversión, los desmanes y
las escenas "poco decorosas" aumentaron llegando a ser
"repulsivas". Rosas decidió cortar por lo sano y prohibió todo
festejo de carnaval el 22 de febrero de 1844. La prohibición se extendió
también a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires.
Las celebraciones se reanudaron recién en
1854, con Rosas fuera del poder. Pero el carnaval volvió muy reglamentado, se
realizaban bailes públicos en diversos lugares, previo permiso de la policía.
Había mucha vigilancia policial para prevenir los desmanes de las décadas
anteriores.
En los años siguientes comenzaron a
predominar las comparsas. Todo reglamentado, las comparsas tenían que estar
anotadas, así como sus miembros, en la policía; también las personas que usaban
caretas tenían que pedir un permiso y llevarlo encima por si un policía lo
requería.
El primer corso se efectuó en 1869,
participando en él mascaras y comparsas. Fue muy festejado por el pueblo y la
prensa. Al año siguiente, una disposición policial permitió el desfile de
carruajes en los corsos. Al principio, los corsos se llevaban a cabo en las
calles Rivadavia, Victoria y Florida, con el tiempo se extendieron a diversas
calles y barrios. Eran muy alegres y vistosos, el lujo de los disfraces y
adornos fue creciendo con cada nuevo carnaval. Cada corso contaba con una
comisión organizadora, los familiares de los miembros e invitados especiales se
ubicaban en los balcones de la casa que servía de sede, y frente a ésta se
detenían las comparsas y mascaras para interpretar sus canciones y sus músicas.
Como es de esperarse, la costumbre de jugar
con agua no había desaparecido, todavía sigue. Se utilizaban huevos y jeringas
como antes, más la incorporación de los pomos.
Cobraron auge los "centros",
sociedades organizadas especialmente para desfilar en los corsos. Predominaban
los de los negros desfilando al son de sus candombes. A veces al enfrentarse
dos comparsas de negros se iniciaban las "tapadas", un contrapunto de
todos los instrumentos que no terminaba hasta dejar en claro la supremacía de
una de las comparsas, podían durar varias horas. Más de una vez los vencidos
apelaban a los golpes para expresar su descontento. Pero estos
"centros" también estaban integrados por "gente de bien",
el más conocido era la sociedad "Los Negros". Esta estaba integrada
por jóvenes intelectuales de la alta sociedad. Vestían un uniforme militar
húngaro. Las letras de sus canciones eran sobre la relación de los negros y los
blancos, ellos eran, supuestamente, esclavos. Bastardeaban las costumbres de
los negros con sus canciones. Las comparsas tenían canciones con unas letras
muy interesantes. Las había con contenido gracioso, crítica política, crítica
social, de todo un poco.
Lo normal en estos años era que la gente
jugaba con agua durante el día, veían los corsos, que comenzaban tipo cinco y
media o seis de la tarde, y luego acudían a los bailes públicos o particulares,
que comenzaban entre las nueve y once de la noche y terminaban de madrugada.
Decía una crónica de 1872: "En los teatros, las puertas se abrirán mañana,
el lunes doce y el martes trece, a las once de la noche, y se cerrarán a las
cuatro de la madrugada. Los "tranways" estarán en funcionamiento toda
la noche. En los teatros, los palcos costarán alrededor de 200 pesos y la
entrada 100. En el Teatro de la Alegría los precios serán más módicos para los
bailes de máscaras: 60 pesos los palcos y 25 la entrada para hombres. Las damas
entrarán gratis. ¿No habrá algún disfrazado que se haga pasar por mujer?".
Este año de 1872, los juegos con agua fueron prohibidos por la policía, solo se
permitían los disfraces y las comparsas.
Estas últimas se solían juntar en las
plazas, la gente se apiñaba en ellas a fin de escuchar su música y sus canciones.
Al mismo tiempo en estos lugares se libraban combates con bombas, pomos y
huevos.
Los corsos de fines del siglo XIX estaban
integrados por comparsas, "centros" y orfeones. Los centros eran
sociedades que se juntaban durante todo el año a cantar en diferentes fiestas,
principalmente en carnaval. Las comparsas estaban integradas por músicos y
cantantes, que se reunían para carnaval. Los orfeones se caracterizaban por su
muy buena vestimenta, estaban integrados por músicos de gran categoría, muy buenos
coros y grandes orquestas y bandas. Los corsos eran financiados mediante
colectas y donaciones, ya que las autoridades no contribuían con dinero.
Comenzaban usualmente a las cinco y media o seis de la tarde, y finalizaban con
una fiesta de la Ceniza. En ésta la gente se arrojaba harina y ceniza, eran
luchas violentas, que más de una vez terminaban con incidentes lamentables,
pero por lo general se jugaba con mucho divertimento.
Las nuevas armas para los juegos con agua,
eran los famosos pomos cradwell, que se vendían en la farmacia Cradwell de la
calle San Martín y Rivadavia, y los llamados de "Bellas Artes". Éstos
arrojaban agua perfumada. Todo esto a pesar de la ordenanza que prohibía
arrojar agua en los días de carnaval. También se arrojaban serpentinas y
"confettis". En San Isidro se vendían los pomos de plomo en la
librería de Valentín Dosso o la de Plinio Spinelli, donde también se ofrecían
caretas, serpentinas y papel picado.
A fines del siglo XIX y primeras décadas de
1900 los corsos sobraban y alcanzaron su máxima popularidad. Los había en casi
todas las calles principales de Buenos Aires. También en las ciudades aledañas.
Predominaban en el Centro, pero los había en Flores, en Belgrano, Barracas, La
Boca, Parque Patricios. También en el resto del Gran Buenos Aires. Uno muy
importante era el de San Fernando, y se destacaban los de Adrogué, Lomas de
Zamora, Avellaneda, Morón y San Isidro, este ultimo corso se llevaba a cabo en
las calles Cosme Beccar, Belgrano, 9 de Julio, 25 de mayo, hasta Primera Junta.
En estos tiempos estaba prohibido jugar con
agua, sólo se podía arrojar "papel cortado, flores, serpentinas y
laminillas de mica". Esto no quiere decir que no se jugara con agua, se
siguió haciendo a pesar de todas las prohibiciones, pero por lo menos con menos
violencia. Se solían dejar caer bolas de papel mojadas desde los balcones o
azoteas sobre la gente, a veces sujetas con hilo para volver a utilizarla.
Grandes grupos de máscaras llevaban la
alegría a la gente por todos lados. Se disfrazaban pintorescamente, se podía
ver a la princesa, los príncipes y condes y al gracioso y simpático "oso
Carolina", el cual realizaba piruetas. Los carruajes eran siempre lujosos,
pero la gente esperaba con ansia la llegada de las sociedades corales y
musicales. También estaban los "clowns" o payasos, que ejecutaban
difíciles pruebas gimnásticas. Luego surgieron los grupos de máscaras
caricaturescas que divertían con sus números y vestimenta graciosa.
Y por estos años comenzaron a tener
importancia los bailes. Se realizaban a continuación de los corsos en teatros,
instituciones sociales, hoteles y residencias particulares. Por lo general eran
de disfraces, y se bailaban polcas, valses, etc. Algunos de los teatros hasta
tenían un servicio mediante el cual los concurrentes podían cambiar de disfraz
cuantas veces quisiesen. Uno de los más famosos lugares de baile fue el
"Club del Progreso", fundado en 1852. Era un triunfo social poder
participar de sus bailes, ya que había una rigurosa selección de invitados.
Fuera de la Capital los mas conocidos eran los del "Tigre Hotel" los
del "Hotel de San Isidro", también en la ultima localidad eran
famosos los bailes de Francisco Bustamante, o las suntuosas veladas que
organizaba Alfredo Demarchi en su palacio de San Fernando, los de Morón, Lomas
de Zamora y, los del hotel Las Delicias en Adrogué. También estaban los bailes
del “Club de Flores” y los del hotel "Carapachay" de San Fernando.
Otros bailes famosos eran los organizados por una comisión de vecinos en los
salones de la Municipalidad al finalizar el corso de la calle Corrientes. En
casi todos los clubes barriales había bailes en carnaval, tanto en la Capital
como en el Gran Buenos Aires.
Con el paso de los años se fue viendo que
la gente de sociedad no compartía como antes estas fiestas populares, sólo
acudían a los bailes o se exhibían en los carruajes durante los corsos más
importantes. Ya no se daba la camaradería que imperase en el siglo anterior, en
que los niños salían con los grandes, los negros con los blancos, ricos con
pobres todos jugaban y festejaban juntos.
El carnaval fue perdiendo encanto, había
muchas patotas y gente pasada de copas que acudía a los corsos, siempre
armándose peleas. Muchas familias dejaron de ir a los corsos más populares. En
1909 se suspendieron los corsos por los continuos incidentes que se producían
en ellos.
Por estos años se daban los bailes de los
conventillos, que eran legión en Buenos Aires, muchas veces terminando a tiros
o puñaladas, pero la mayoría de ellas festejados con mucha alegría y
camaradería.
A partir de 1915 muchas de las famosas
comparsas fueron desapareciendo. Fueron siendo remplazadas por las murgas.
Éstas en principio, estaban integradas por jóvenes de 20 o menos años. Sus
cantos eran simples e ingenuos, y sus letras "atrevidas". Los corsos
perdían brillo, se poblaban de chatas, carros y carritos de lechero, adornados
con flores artificiales, farolitos chinescos y tiras de papel barrilete de
distintos colores. Ya no primaba la elegancia de tiempos pasados. Eran tiempos
difíciles y se notaba en los festejos del carnaval. Los desfiles fueron siendo
relegados por los bailes en gran escala que organizaban diferentes
instituciones sociales. En 1921 resultaron fabulosos los del “Club de Flores”,
el realizado por el “Círculo de la Prensa” en el teatro Coliseo y las veladas
en el “Tigre Hotel”. Las mujeres iban vestidas con disfraces y los hombres con
smoking. Esto para las clases altas, para los demás seguían existiendo los
bailes en los clubes sociales y en residencias particulares. En todos se
realizaban concursos y se premiaba al mejor bailarín y al mejor disfraz.
En la década del ‘20 eran muy pocos los
corsos que seguían existiendo, y menos aun los que seguían siendo alegres y
divertidos.
Como se dijo, con la declinación de las
comparsas aparecen y proliferan las murgas. Las murgas apelan de modo
desafiante al grotesco. Las comparsas en cambio tenían influencias europeas y
eran bandas de músicos con alto dominio técnico y muchos coros e instrumentos.
Las murgas también son el resultado de la mezcla de tradiciones que se dio con
la gran inmigración. Antes las agrupaciones carnavalescas se fundaron en
fuertes lazos étnicos, de clase y amistad. Con el tiempo se fueron organizando
a partir del encuentro e intercambio vecinal de los barrios.
Las murgas representaban a estos centros
sociales, y fueron relegando a las grandes comparsas. No tenían ni tenores ni
bandas sinfónicas, pero eran y son, muy divertidas.
Los carnavales fueron mantenidos como
fiesta pública por entidades que se organizaron en función de lazos de vecindad
y territorio, que es la forma que todavía se encuentra en nuestros días.
Desaparecieron los corsos, pero todavía se festeja. Y obviamente los juegos con
agua nunca desaparecieron por más prohibiciones que les implantaron.
Bibliografía relevante
1.
Alonzo Piñeiro, Armando.
"La historia argentina que muchos argentinos no conocen".
2.
Caro Baroja, Julio. "El
carnaval".
3.
Crónicas de San Isidro. Nº 6,
febrero de 1972. "El carnaval de antaño".
4.
Lozier Almazán, Bernardo P. "Carnavales
de antaño", Carta Abierta, 5 de febrero de 1994.
5.
Martín, Alicia. "Fiesta en
la calle"
6.
Prestigiacomo, R. y Uccello, F.
"La pequeña aldea"
7.
Puccia, Enrique H. "Breve
historia del carnaval porteño".
8.
Un Ingles. "Cinco años en
Buenos Aires, 1820-1825"
9.
Verdevoye, Paul.
"Costumbres y costumbrismo en la prensa argentina".
Investigación y
elaboración por Martín A. Cagliani, estudiante de Historia y Antropología en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Carnaval Salteño
Tiene una dosis de alegría, de baile, de
contagio en la forma de jugar y divertirse. Además tiene la baguala, expresión
única de este carnaval. En ningún otro lugar se dice una baguala y se resume el
mundo. En Jujuy, el carnaval es hermoso, pero con influencias del altiplano y
otro estilo. En Salta, la gente se divierte participando o mirando. De todas
maneras, hay que entrar en la carpa y vivirla. Hay que animarse a sentir cómo
es el mundo cuando el diablo anda suelto. (Carlos Abán. “El Tribuno”. 24 de
febrero de 2002).
Carnaval y corso
Junto a las celebraciones religiosas y
a las patrióticas, Salta muestra con orgullo la singular calidad de su fiesta
más popular y emblemática: el carnaval. En ella se funden corrientes culturales
diversas, aunque el perfil distintivo de la celebración salteña está marcado
por el aporte de la cultura indígena. Junto a los corsos que se llevan a cabo en la ciudad de
Salta, habitualmente rematados por multitudinarios y festivos bailes populares,
el carnaval adquiere singular belleza y profunda significación en los pueblos
de los valles. En las cercanías de la ciudad, son especialmente importantes los
carnavales en Cerrillos, La Merced, Rosario de Lerma y Campo Quijano; más
adentro, en los Valles Calchaquíes, el carnaval se mantiene aún en estado puro.
El carnaval, como otras fiestas de
hondo calado popular, supone una ingente movilización de personas. Al Valle de
Lerma acuden con puntualidad cada año gentes humildes procedentes de remotos
pueblos: algunos, simplemente para sumarse a la diversión; otros para montar
allí carpas de baile o fondas (tenderetes donde se venden comidas y bebidas).
El juego con agua, harina, talco y pintura es tan característico como la
gastronomía (empanadas, tamales, humitas, guaschalocro, picante de panza) o la
bebida (chicha de maíz, aloja, aguardiente, vino patero).
En Salta la fiesta carnestolenda dura,
cuando menos, un mes. El calendario es solamente orientativo y a menudo no
sirve más que para señalar cuándo la fiesta ha de alcanzar su climax. El
carnaval salteño remata bien entrada la cuaresma y no ha faltado quien opine
sobre la conveniencia de prolongar la alegría hasta entrado el mismo invierno.
La "Metáfora Carnavalera" entre los Chiriguano- Chané
Por Rubén Pérez Bugallo
Desde el año 1980 vengo realizando investigaciones antropológicas entre los Chiriguanos- Chané, un complejo étnico producto de la mixtura guaraní-arawák que hoy habita al borde Oriental de la sierras subandinas, configurando una especie de cuña guaranítica que en nuestro país abarca el llamado "ramal" jujeño y una franja occidental del Chaco Salteño. En los años que inicié estos estudios, todavía la escasa bibliografía argentina referente a estas comunidades solía referirse a la principal de sus celebraciones festivas como "el carnaval Chane", poniendo a menudo énfasis en las particularidades artesanales de las máscaras de madera de yuchán que utilizaban los varones adultos en esa celebración. Para bailar el nombre primigenio de este ritual sinestético aún hoy vigente -Aréte Abáti, "El verdadero tiempo del maíz"-, había que recurrir a autores extranjeros ( Métraux, De Nino, Nordenskiöld, Del Campana, Susnik y otros). Pero si específicamente pretendíamos munirnos, por ejemplo, de la información etnomusicológica fidedigna (instrumentos musicales, canciones y danzas en los contextos situacional, temporal y mitológico del ritual), lo que teníamos que hacer era ponernos a trabajar por nuestra cuenta, dada la absoluta ausencia de estudios previos sobre el tema. Eso fue lo que más me intereso hacer a partir de 1980, arribando paulatinamente a diversos resultados; muchos ya publicados y casi merecedores de futuras ampliaciones a la luz de periódicos trabajos de campo. Estas páginas constituyen una síntesis de uno de los temas a los que hallo abocado. Aréte significa en lengua Chiriguano "El Verdadero Tiempo", la especial instancia temporal del transcurso festivo, el tiempo supracualificado que implica recapitulación mítica, refuerzo de lazos comunitarios, oportunidad esencial para la aproximación de los sexos, y por que no, bastante descontrol individual y grupal.
El Aréte podía realizarse para festejar un
matrimonio, concretar una alianza tribal, planificar un ataque, etc... pero la
principal de estas celebraciones era y es el Aréte Abáti, que se realiza
anualmente durante el verano, cuando abunda el maíz maduro que elaborar el
indispensable Kánwi (chicha).
El Aréte Abáti coincide hoy, día más o
menos, con la celebración del carnaval. Y no son pocos los rasgos de este
festejo que los indígenas han tomado de los pobladores criollos vecinos, tales
como el juego con agua, harina, talco y/o pintura industrial, la organización
de comparsas para participar en los corsos urbanos, los bailes con grabaciones
de "música moderna" etc. Pero tampoco son pocos - y, de hecho, son
más -, los elementos que el Aréte Abáti conserva íntimamente vinculados a al
historia y a la cultura indígena. Expongo a continuación algunos de ellos. a)
Atíko es el nombre que se da a los ensayos previos. Cuando los grupos musicales
se reúnen en diferentes sitios para ejercitarse en los toques que luego
acompañarán cada una de la etapas de Aréte. En el marco de estas ejecuciones
instrumentales se considera que las melodías que producen las flautas
masculinas tienen un notable poder de atracción sobre las mujeres.
b) Para el inicio de la celebración propiamente dicha se espera el florecimiento de la taperígua, árbol de flores amarillas al que se atribuye él haber sido un hombre en el tiempo primigenio. Con sus ramas, las mujeres arman un adorno floral que presidirá todo el desarrollo ritual y engalanan también tambores y el atuendo de todos los integrantes de la comitiva que se ha internado en el monte para "sacar" la fiesta y conducirla a la aldea. Una trompeta llamada wakar´hánti - la misma que otrora utilizaban antes de lanzarse al combate; anuncia que a partir de este momento la secuencia festiva no tendrá solución de continuidad.
b) Para el inicio de la celebración propiamente dicha se espera el florecimiento de la taperígua, árbol de flores amarillas al que se atribuye él haber sido un hombre en el tiempo primigenio. Con sus ramas, las mujeres arman un adorno floral que presidirá todo el desarrollo ritual y engalanan también tambores y el atuendo de todos los integrantes de la comitiva que se ha internado en el monte para "sacar" la fiesta y conducirla a la aldea. Una trompeta llamada wakar´hánti - la misma que otrora utilizaban antes de lanzarse al combate; anuncia que a partir de este momento la secuencia festiva no tendrá solución de continuidad.
c)
El yambúi baéna es el llamado "bailes de las tinajas". Los
participantes van visitando -sin interrumpir nunca el acompañamiento musical-
uno por uno los domicilios prefijados para los tradicionales convites con
chicha. Y no paran de danzar ni abandonan el sitio hasta beberse la totalidad
del contenido espirituoso de las tinajas ofrecidas por los dueños de casa.
d) en término generales, la danza colectiva prolongada se concibe como un eficaz recurso mágico para "aliviar el cuerpo", lograr la levitación y volar en procura del Iwóka (La tierra sin Mal). Unas de las maneras de danzar que se destaca, sin embargo, por la disimilitud con el resto es la llamada móki móki o kóya kóya, que se asemeja formalmente al huayno salvo en el hecho de que se reserva sólo para las mujeres. Tanto la influencia andina como la clara alusión segregacionista contra los obligados vecinos de habla quichua resultan en ella clarísimas.
e) En ocasiones, algunos grupos de áña- enmascarados que reviven en cuerpo y alma a los antepasados fallecidos y que a la vez son portadores de una ambivalente condición demoníaca-, se desvían deliberadamente del recorrido previsto y merodean por el poblado, dedicándose alegremente a saquear de alimentos y bebidas aquellas viviendas que hallen más desguarnecidas. Son los llamados chíri chúri y su actitud no hace sino rememorar tanto el activismo belicoso como las migraciones agresivas que fueron característica esenciales de los Chiriguanos.
f) El pálo pálo es un juego de fuerza y destreza realizado también al compás de flautas y tambores. Lo practican los jóvenes y su grado de violencia ha provocado que en las aldeas donde existe algún grado de autoridad policial se lo haya prohibido expresamente. En el juego se percibe sin dificultad la evocación del antiguo uso iwirapúnga, contundente macana de guerra que los Chiriguanos tomaron de los Toba.
d) en término generales, la danza colectiva prolongada se concibe como un eficaz recurso mágico para "aliviar el cuerpo", lograr la levitación y volar en procura del Iwóka (La tierra sin Mal). Unas de las maneras de danzar que se destaca, sin embargo, por la disimilitud con el resto es la llamada móki móki o kóya kóya, que se asemeja formalmente al huayno salvo en el hecho de que se reserva sólo para las mujeres. Tanto la influencia andina como la clara alusión segregacionista contra los obligados vecinos de habla quichua resultan en ella clarísimas.
e) En ocasiones, algunos grupos de áña- enmascarados que reviven en cuerpo y alma a los antepasados fallecidos y que a la vez son portadores de una ambivalente condición demoníaca-, se desvían deliberadamente del recorrido previsto y merodean por el poblado, dedicándose alegremente a saquear de alimentos y bebidas aquellas viviendas que hallen más desguarnecidas. Son los llamados chíri chúri y su actitud no hace sino rememorar tanto el activismo belicoso como las migraciones agresivas que fueron característica esenciales de los Chiriguanos.
f) El pálo pálo es un juego de fuerza y destreza realizado también al compás de flautas y tambores. Lo practican los jóvenes y su grado de violencia ha provocado que en las aldeas donde existe algún grado de autoridad policial se lo haya prohibido expresamente. En el juego se percibe sin dificultad la evocación del antiguo uso iwirapúnga, contundente macana de guerra que los Chiriguanos tomaron de los Toba.
g)
El momento culminante de Aréte Abáti se produce con el desarrollo de un combate
ritual entre el luchador caracterizado como yágua (jaguar o "tigre")
y otro que simula ser un toro. El primero aparece en la escena solo y en forma
imprevista tras la llegada del "toro", que viene protegido entre
banderas y custodiado tanto por los ñaguanáos -que tienen la piel teñida de
negro-, y las kúña kúña ( mujeres ataviadas como hombres). La costumbre pauta
que el yágua - la representación mítica del guerrero guaraní-, venza al
"toro", clara alusión burlesca a la irrupción española y su corte de
esclavos. El combate resulta ser entonces una representación teatral que
invierte ritualmente la historia.
h) Los actos finalizan cuando la totalidad
de los participantes se dirigen a un curso de agua en cuyas orillas se despojas
de muchos de los elementos que utilizaron en la fiesta, incluso las máscaras,
que se suelen destruir. De este modo la áña se rehumanizan, se re- conocen y se
re-integran a la cotidianidad, mientras el río se constituye, hasta el próximo
año, en el receptáculo de las almas de los muertos. Baste lo dicho para alertar
al desprevenido observador de un aréte que al solicitar explicaciones de algún
oficiante indígena, reciba tal vez la concebida respuesta de que "están
festejando el carnaval". Eso no sería otra cosa que parte de un antiguo
mecanismo distractorio y desorientados ad hoc para conformar a quienes los
indígenas no tienen motivos para considerar dignos de su confianza. Asimismo, el
último de los comentarios me conduce a la advertencia de que sin duda también
en los corsos de las grandes ciudades, un profundo trabajo de interpretación
antropológica permitiría detectar simbolismos, conflictos y estrategias de
supervivencia que hoy pasan deliberadamente desapercibidas tras la pantalla
previsible de la procacidad, la juerga y el desenfreno.
Rubén Pérez Bugallo: es antropólogo y etnomusicólogo, investigador del Conicet con sede en el Instituto Nacional de Antropología. En 1999 se hizo acreedor al Premio Nacional de Antropología y Metodología de la Investigación que otorga anualmente la Secretaría de Cultura de la Nación.
El Mundo dado vuelta
Por Antonio Célico, especial para El
Corsito
El carnaval humahuaqueño es coincidente con
el fin de las lluvias y el comienzo de las cosechas, ambos elementos le han
conferido, entonces, un carácter muy particular. Sin duda en la Quebrada de
Humahuaca transcurre la más visible de las festividades populares y la más
abarcadora en términos de tejido social. La cosmovisión de las comunidades de
la quebrada está conformada por tres "mundos" que de alguna manera
aparecen superpuestos: el mundo de arriba, este mundo y el mundo de abajo. En
este último habitan los antepasados, los muertos y es también el ámbito de la
Pachamama y de deidades ambiguas y peligrosas. Existen momentos donde la
conexión entre los mundos se potencia y extiende en el tiempo. Así el comienzo
y el fin de la época de lluvias, se halla señalado ritualmente por TODOS LOS
SANTOS y CARNAVAL, respectivamente. Todos los Santos abre o instaura en
"este mundo" el "mundo de arriba" y carnaval hace lo propio
con el "mundo de abajo". Se produce el fenómeno de inversión y de
alguna manera esos mundos imponen sus reglas en éste. El carnaval es entonces
la ritualización de un tiempo y espacio diferentes, donde se instala la
situación del "mundo al revés" alterando o modificando así las
relaciones entre los hombres. El carnaval se saca del submundo y esta irrupción
se produce a través del mojón, lugar al borde de los espacios urbanos de donde
se lo desentierra y donde también finalmente se lo volverá a enterrar hasta el
año próximo. La alegría carnavalesca modifica el comportamiento y otorga el
permiso que legitima acciones no bien vistas fuera de ese tiempo. Todo comienza
en el jueves de comadres, que se realiza la semana anterior al inicio del
carnaval. Aquí se reœnen las mujeres que tienen entre sí algún lazo de
parentesco, que también puede ser espiritual o de amistad. El sábado siguiente
se procederá a desenterrar el carnaval con una serie de acciones que se
realizan en los mojones, ubicados en la periferia y cercanos a ríos y cerros.
En cada pueblo o localidad de la Quebrada, se encuentran gran cantidad de
comparsas, y estas poseen una organización que se extiende más allá del propio
carnaval. Ellas se encargan no solo de desenterrar y enterrar el carnaval, sino
que funcionan llevando el mismo a toda la comunidad. Se llega al mojón en las
últimas horas de la tarde, y luego del debido permiso solicitado a la
Pachamama, se comienza a alegrar el mismo en una serie de acciones conocidas
vulgarmente como chayar el mojón. Se lo hace con bebidas alcohólicas, coca,
tabaco, serpentinas, papel picado y talco. Luego se lo adorna con maíz, girasol
y las infaltables ramitas de albahaca. Se comienza a preparar un clima de gran
tensión que reclama la aparición del hecho que se ha gestado; se reparten
caramelos, coca, bebidas, tabaco, ramas de albahaca, etc. En algún momento el
presidente de la comparsa o el padrino del diablito, concreta la acción del
desentierro y muestra éste a la gente que acompaña a los oficiantes. Es el
momento de la aparición de los disfrazados, es el momento de la instalación del
carnaval y es acompañado por gritos y bailes. Las danzas se realizan alrededor
o frente al mojón, acompañadas por las "tarkas"(o anatas), a veces
"bronces" y elementos de percusión. Cada comparsa tiene canciones
identificatorias que son seguidas por la totalidad sin dejar de danzar. Los
disfrazados y diablos en general amplían la conducta de los no disfrazados y
suelen deformar su voz generando un falsete. Es un momento de un comportamiento
altamente teatral, donde se bromea y se exagera el proceder habitual de
"este mundo". Posteriormente se seguirá bailando por las calles del
pueblo los nueve días y ocho noches de duración del carnaval. La comparsa es
encabezada por el banderero y las danzas son ejecutadas en zigzag o en espiral.
Los juegos son acompañados con talco, serpentinas y mistura (papel picado).
Cada día de carnaval, significa para la comparsa el paso por distintas casas
donde se realizan las denominadas "invitaciones". Es decir, el dueño
de casa invita a la comparsa generalmente con bebidas alcohólicas y en la
invitación central de cada día, con comida también. Concluida la última
invitación, la comparsa se acerca lentamente a su mojón, anticipando el final
de la alegría carnavalesca. Se vuelve a chayar el mojón, se entierra el
diablito y los participantes se desprenden de serpentinas, papel picado, talco,
albahaca, depositándolos sobre el mismo. Los disfrazados se sacan sus máscaras,
la música se detiene envolviendo a la situación en una alta intensidad
dramática. Se ha vuelto a este mundo.
La etimología de la palabra "CARNAVAL"
es muy incierta.
Algunos
estudiosos dicen que deriva de las palabras italianas "carne y vale"
que quiere decir " carne a Dios" indicando la excesiva sensualidad de
los días carnavalescos. Otros aseguran que derive de "carro navale" o
sea "carro naval". En la Edad Media lo llamaban "fasnachat"
o "fesenach", fiesta de locura.
El Carnaval
como celebración anual deriva de los Saturneles Romanas. Pero de un modo
general se encuentran vestigios de estas fiestas en todos los pueblos desde la
más remota antigüedad.
Una curiosidad:
hasta hace una pocas décadas, se celebraba el Miércoles de Ceniza enterrando a
un muñeco.
De ese
costumbre pagana derivó el término "entierro de carnaval".
La costumbre de
usar máscaras tuvo origen religioso
espiritual que derivaba del culto a los muertos.
Aquel personaje
que personificaba a los espíritus se vestía de blanco y se cubría el rostro con
una máscara. De esta manera se fue instalando en el pueblo la costumbre de
disfrazarse para esta celebración, tradición que hasta hoy tiene vigencia.
Algunos Papas
clamaron contra los desordenes del desenfreno con el que se celebraba el
carnaval. El medioevo dio origen a fiesta del "Asno de los Locos" o
del Siervo, en la que los hombres vestidos con pieles recorrían los campos y
penetraban en las casas.
El Papa, Carlos
V en el año 1525, y Felipe V en el año 1616 también alarmados por la violencia
de algunos hombres, prohibieron la celebración del carnaval. Los burgueses
mientras tanto llevaron las celebraciones a puertas cerradas. En sus
lujosísimos salones, bailaban hasta tarde escondidos detrás de las enigmáticas
máscaras y espectaculares disfraces. Las clases populares , sin embargo, continuaron
festejándolos en las calles.
Los Carnavales
más famosos del mundo son los de Niza, Turín, París, Nápoles, Florencia,
Venecia y Río de Janeiro y de a poco todos estos fueron transformándose en
importantes espectáculos turísticos dejando otras la parte espiritual que
originariamente dio origen a la celebración del CARNAVAL.
Historia del Carnaval
El carnaval es una curiosa celebración que
antes de la Cuaresma cristiana le permite a la gente romper sin pudor con
cánones morales, recurriendo a disfraces y excitantes cantos. Sus antecesoras
más remotas fueron las fiestas conocidas en la antigüedad como "Bacanales"
- en honor a Baco, dios pagano del vino- y las "Saturnales" - por
Saturno, dios de la siembra y la cosecha -, además de los festejos que se
hacían en Grecia y Roma por la primavera y el año nuevo.
La palabra carnaval también proviene de
aquella época. Durante las bacanales, a Baco se le cantaba el Ditirambo; el
coro que lo hacía iba disfrazado de sátiro y frente a él aparecía el sacerdote
del dios conduciendo un barco sobre ruedas al que llamaban "carrus
navalis" (carro marino o naval), y que los romanos pronunciaban "car
navalis" Mientras que carnestolendas, como también se lo llama al
carnaval, proviene de "caro", carnes, y "tollo", tapar,
términos que parecerían aludir al disfraz.
La devoción del hombre por usar mascaras
puede encontrarse ya en el antiguo Egipto o en Grecia, e incluso en el teatro
japonés. Pero en el carnaval propiamente dicho fue Italia la que adoptó la
careta, más precisamente Venecia, donde se usó no sólo como vehículo de alegría
sino que sirvió para guardar el incógnito y gozar de impunidad en venganzas y
conspiraciones, aunque también facilitó romances y amoríos.
La costumbre de arrojarse distintos tipos
de elementos también fue heredada de los romanos, quienes se divertían tirando
con fuerza confites de menta, rosa o anís a la cara de los transeúntes; de
aquel habito fue que se adoptó el papel picado. Pero este, como lo conocemos
hoy en día, tuvo su origen en una imprenta de París. Allí, un obrero que
perforaba pliegos de papeles de colores, al ver caer los redondelitos sobrantes
los juntó y se los regaló a su hijo; el obsequio no sólo causó sensación entre
los niños sino también en los adultos, quienes comenzaron a encargarle bolsitas
de papel picado para arrojarlo durante los días de carnaval.
Con el correr de los años, el carnaval tomó
formas y estilos diferentes según cada país.
América
Al llegar a América incorporó elementos
aborígenes y hasta alcanzó ribetes místicos precolombinos, por ejemplo en
Oruro. En la Argentina, cada provincia le dio su toque de distinción a esta
fiesta; en cuanto a los carnavales porteños, sus bailes y mascaradas fueron
famosos en tiempos coloniales, e incluso llegaron a ser motivo de escándalo,
como el "fandango" que se bailaba en la Casa de Comedias. El virrey
Vértiz implantó los bailes en locales cerrados para evitar las manifestaciones
callejeras, pero tras los históricos acontecimientos de Mayo de 1810 fue común
entre la población jugar en forma intensa con agua, aprovechándose para ello
toda clase de recipientes, desde modestos jarros hasta huevos de avestruz
llenos de líquido, viviéndose en las calles encuentros casi salvajes.
En tiempos de Rosas los excesos llegaron a
tal punto que él mismo, luego de fomentar el carnaval, lo suprimió por medio de
un decreto. Según crónicas posteriores, los carnavales porteños más brillantes
se vivieron durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento, quien tenía
debilidad por esta fiesta. El de 1869 fue uno de los más recordados y, además
de impresionar al gobernante, seria el puntapié inicial para muchas comparsas
que se hicieron famosas.
La Historia del Carnaval
Por Angel López Cantos
Doctor en Historia de América. Autor de Juegos, fiestas y diversiones en la América
española. Colección Mapfre, Madrid, 1992.
Los
carnavales en la América española:
¿Cuándo comenzó a festejarse el carnaval
entre nosotros? ¿Acaso a finales del siglo XIX? ¿Tal vez hacia comienzos de esa
centuria?, estas son referencias de "La Revista de Salta" (1824).
Muchos autores no se atreven a arriesgar fechas. Según otros, los festejos de
la carne están entremezclados con la llegada de los españoles. Angel López
Cantos aborda aquí el menos conocido carnaval en América durante la época
colonial.
Como casi la totalidad de las
manifestaciones lúdicas que llegaron a América, el carnaval lo hizo vía España.
Es cierto que siendo esta diversión parte de la cultura europea, no pudo
librarse de sus influencias, pero no es menos cierto que allí echará raíces el
modelo que, con elementos propios y postizos, había cristalizado en la península.
A su arribo a América se enriquecerá con algunas modificaciones autóctonas,
aunque en el fondo podemos afirmar que simplemente constituyeron unas variantes
más del carnaval hispánico.
En el momento del descubrimiento esta
diversión había adquirido ya en España unas formas estables y una gran
aceptación entre sus habitantes. Cruzaría el océano con los conquistadores y
colonizadores sin perder un ápice de popularidad y de fuerza. La llevarían a
todos los lugares donde se establecieron.
Los principios básicos en que se basaban
los regocijos de carnestolendas eran las máscaras y los disfraces, aunque
también es cierto que no había necesidad de estar en el carnaval para
utilizarlos. Infinidad de ocasiones los indianos echaron mano a ambos recursos,
sobre todo en las conmemoraciones patronales, en la del apóstol Santiago y en
algunas súbitas.
Triunfa Doña Cuaresma
No obstante, se estableció una distinción,
pequeña en apariencia, pero sustancial en el fondo: mientras que en carnaval
constituían los únicos trajes, siendo en realidad el uniforme de las fiestas,
en las mascaradas su empleo sólo era ocasional, como parte de un conjunto de
diversiones.
Otra nota permanente era la práctica de
arrojar agua y algunos objetos, casi nunca contundentes, a los viandantes, a los
espectadores, a los curiosos que se asomaban a las ventanas o balcones y a los
integrantes de las comparsas, propias y ajenas.
Y la última señal de identidad la
constituía la ceremonia del entierro y muerte del carnaval. La victoria de Doña
Cuaresma sobre Don Carnal. Bajo la excusa del final de una fiesta alegre y
desenfadada se daba sepultura a la efigie de una persona, animal u objeto, que
representaba a un individuo, institución o situación, aprovechando el acto para
criticarlos y hasta herirlos con auténtica virulencia.
El carnaval en Indias:
No hubo un solo lugar en aquellas tierras
que no celebrara las fiestas de carnaval con verdadero entusiasmo. En plena
conquista ya disfrutaron con esta diversión. Las ordenanzas dadas por Hernán
Cortés para que por ellas se "gobiernen los vecinos, moradores y estantes
y habitantes de las villas pobladas y además que en adelante se poblaran",
disponían las posturas que debían tomarse para el abasto de carne entre Navidad
y carnestolendas. Daba por sentado que pasado ese período había que guardar
vigilia. Y si citaba tales fiestas era porque las practicaban en los lugares
recién fundados y preveía que en los nuevos también lo harían.
En todas partes se cubrían los rostros con
diferentes máscaras; con caretas típicas e inconfundibles, creaciones propias,
como en Colombia, Santo Domingo, Puerto Rico o Bolivia, o simplemente
improvisando con pinturas y telas. Durante las fiestas tanto el hombre como la
mujer gozaban de la misma libertad pues sus artificios estaban tan logrados que
difícilmente podía distinguirse el sexo a que pertenecían. Un viajero que
contempló el carnaval a principios del siglo XIX escribió: "Todo el mundo
se disfraza, siendo imposible para los hombres reconocer sus propios hermanos y
hermanas".
Tiempo para criticar
Actuaban casi siempre en grupos bastante
numerosos, formando comparsas, dotados de una gran movilidad que les
proporcionaban caballos con los que recorrían las calles. Con dificultad se
encontraba una máscara a pie.
El disfraz, el considerable número de los
componentes de los grupos, nunca menos de 20, y la facilidad para desplazarse
de un lugar a otro, les ayudaban a emitir toda clase de críticas, siempre
hirientes y malintencionadas, y de las que nadie quedaba libre. El vecindario
estaba expuesto a ellas, sin que se salvara ninguno, ni siquiera los más altos
cargos de la administración.
Sólo la Iglesia y sus ministros quedaron al
margen. El miedo de tocar el dogma y la inviolabilidad de los eclesiásticos los
hacían prudentes. La Inquisición nunca tuvo sentido del humor y sus
representantes siempre se mostraron celosos en preservar la pureza de la fe e
inflexibles ante cualquier crítica, sin importarles el modo o la procedencia.
Apoyándose en las comparsas y en la
libertad de movimientos, gozaron de total impunidad, que emplearon en arrojar
objetos livianos a mirones y a otros comparsistas. Los líquidos y, sobre todo,
el agua constituyeron la base de los productos que se lanzaban unos a otros.
Las aguas, por lo general, podían ser claras y nunca faltaron las perfumadas,
pero casi siempre eran coloreadas, sucias y malolientes.
Tampoco olvidaron las confituras, flores,
papelillos de colores, cenizas y en ocasiones naranjas. Sin embargo, los
líquidos fueron los que tuvieron mayor aceptación. Lo que importaba, hacía
gracia y divertía, era mojar al contrario y si quedaba empapado, mucho mejor.
La modalidad más común empleada fueron los
cascarones de huevos, que, o bien vaciaban su contenido ex profeso,
practicándoles dos agujeritos en los extremos, que taparían luego con cera tras
haberlos rellenado con líquidos, o bien guardaban los que consumían durante los
meses inmediatos a las fiestas.
También usaron como recipientes las vejigas
de los animales que sacrificaban durante el año para su consumo, en particular
las de los cerdos. Limpias y saladas las conservaban para utilizarlas en su
momento. Las atiborraban de agua o de confituras, y como bombas, aunque poco
disuasorias, las empleaban contra unos supuestos enemigos.
En ciertas ocasiones y lugares usaron otro
procedimiento, las llamadas "alcancías". Consistían en bolas de barro
huecas y de pequeño tamaño cocidas al sol y que luego rellenaban con los
objetos tradicionales. Con estas "bombas" sí se corría el peligro de
ocasionar daños físicos a quienes alcanzaban.
Combates de comparsas
Por ello, raramente las destinaron a los
viandantes y a los indefensos espectadores, sino a las comparsas enemigas.
Entre ellas organizaban verdaderas batallas en las que la integridad física de
los contendientes corría auténtico peligro si eran alcanzados en pleno, sobre
todo en el rostro.
Aconteció con bastante frecuencia que las
cañas se convirtieron en lanzas, cuando empleaban estos enfrentamientos jocosos
como excusas en rencillas que llevaban tiempo larvadas. Lo que había comenzado
como un simple pasatiempo, terminaba en una verdadera batalla campal. Martínez
Vela, cronista de Potosí, escribió en 1656: "Sus malditas carnestolendas
más son para calladas que para declaradas por venganzas que en ellas hacían
unos y otros, además de jugarse toros y otras invenciones y diversiones,
armaban escuadrones de barrios unos contra otros".
Las armas preferentemente usadas para estos
enfrentamientos fueron las alcancías. Cuando las agotaban, pasaban a las armas
blancas. El Miércoles de Ceniza los resultados producían pavor: "Lo que se
veía -añade- era cincuenta o cien personas sin vida, así hombres como
mujeres". No obstante, situaciones como ésta no eran frecuentes, y
normalmente no pasaban de algunas magulladuras o de un resfriado.
En realidad, los días de carnaval se
convertían en una continuada batalla, en la que el agua lo inundaba todo. Desde
las primeras horas del domingo hasta el comienzo de la cuaresma, pasear por
cualquier población suponía una aventura poco recomendable. Aquel que la
emprendía sabía con certeza que a los pocos minutos iba a quedar empapado de
arriba a bajo y en el mejor de los casos de agua limpia. Lo normal era que
recibiera una auténtica de cascarones o vejigas con productos menos inocuos.
Licencias y excesos:
En los hogares más permisivos, de la
contemplación se pasaba a la acción, pero de forma controlada. De siempre las
fiestas carnestolendas han sido la llave maestra que durante unas fechas
encerraba a buen recaudo todos los tabúes. Y si aquella sociedad tuvo que
soportar alguno con carácter general, era el relacionado con el sexo. Ni aún en
carnaval estuvo libre.
Acorraladas las jóvenes y rotas las
laberínticas barreras para la aproximación de hombres y mujeres y ayudados,
unos y otros, por la excitación de la lucha y la abundancia de las bebidas, se
producía el contacto, pero era preciso disfrazarlo también de juego.
En 1747, el padre comendador de la Merced
de la ciudad de La Paz, después de presenciar una de estas batallas, escribió:
"El carnaval del diablo ha sido muy pecaminoso, los hombres, con pretexto
de untarles con harina la cara y los pechos a las hembras, cometían
tratamientos que conducen al pecado.
¡Jesús! He visto a casi seis mocetones
apoderarse de una mujer, embadurnarla hasta el extremo de dejarla pura harina y
que otras quedan muy contentas y satisfechas".
CACHARPAYA
En las zonas rurales se festeja con gran
emoción y virulencia el entierro del carnaval, así, Félix Coluccio nos cuenta
que en Santiago del Estero, particularmente, la kacharpaya está simbolizada por un criollo mal vestido y mal
ensillado, que va acompañado por otros compañeros, va de casa en casa
mendigando algo. Al final del periplo, se reparten lo obtenido.
Se entierra la cacharpaya el miércoles de
ceniza o domingo siguiente. La ceremonia se dramatiza cuando la cacharpaya se
mete dentro de un hoyo en el suelo y los acompañantes le arrojan algunas
paladas de tierra. De este modo se da por terminado el carnaval.
LA
CARPA Y LA TRINCHERA
Definitivamente estas dos tradicionales
construcciones criollas en la mayoría de los festivales van unidas, de allí que
se tomen en una misma presentación.
Félix Coluccio describe las carpas como un toldo que se levanta en carnaval para que
la gente pueda ir allí a bailar. Es muy común verlas en toda la zona
noroeste, son toldos parecidos a los que utilizan los gitanos, y se usan
indudablemente por su facilidad de transporte y manejo.
Las trincheras son troncos que se ponen
alrededor de un patio en donde se desarrollará la fiesta, suelen ser de troncos
de unos 10 cm. de diámetro que se levantan con un travesaño a la altura del
pecho de un caballo (aprox. un metro). Su función es la de evitar el ingreso de
jinetes al patio de baile y sirve también de palenque para atar las
cabalgaduras.
En muchos festivales, no necesariamente
carnaval, las carpas cuentan con trincheras. Nos cuenta Isabel Aretz que en
fiestas que ella observó en Santiago del Estero (para el Tinkunaku)
los jinetes se peleaban por un lugar en la trinchera y eventualmente algún
audaz saltaba el tronco para hacer caracolear el caballo en el interior del
patio.
Según Coluccio en los Valles Calchaquíes y
otros lugares de Salta, las trincheras son reemplazadas por las carpas
instaladas en los patios de los negocios, o simplemente en un espacio libre, en
alguna ramada, etc., pero dada la fama que tienen estos lugares de diversión,
la gente se abstiene de concurrir. El secreto de visitar estos sitios consiste
en desaparecer un par de horas antes de la oración, momento mágico en que
comienzan a florecer las machas riesgosas.
CORPACHADA
Este es uno de los ritos consagrados a la
Pachamama. Esta divinidad, de origen incaico, integraba -junto a Inti (Rey Sol)
y a la Mama Illa o Quilla (Luna)- la trinidad astrológica venerada por los
calchaquíes.
La Pachamama (Madre tierra) es la fuerza
germinadora de la naturaleza. Como los mortales que cobija, ella siente hambre
y sed. El culto consiste en "corpacharla" (darle de comer). Para
ello, se cavan profundos hoyos en los que se entierran todo tipo de comidas y
bebidas. Este acto es acompañado por rezos e invocaciones a la diosa.
La Pachamama es generosa con la gente
buena, pero no tolera a los ingratos e incrédulos que no la
"corpachan". A ellos aplica severos castigos.
Algunos de los métodos de corpacharla es
dejando ofrendas en las apachetas.
FLECHADA
En la zona del norte de la provincia de
Jujuy y en algunos sectores del interior de Salta y Catamarca es muy común la
celebración de La Flechada.
Cuando un paisano inaugura una casa o una
habitación, realiza un celebración de singulares características: se junta a
todos los vecinos y amigos y en el sitio a inaugurar, se cuelga un huevo desde
el techo.
Luego, empezando por los dueños, uno a uno
intentarán con un arco flecha darle al huevo, lógicamente toda la ceremonia es
debidamente acompañada por alguna sabrosa comida y prolijamente regada...
SEÑALADA
Es la ocasión de poner la marca a los
animales nacidos durante el año. Se los enflora, se marcan, se distribuye
chicha, cigarrillos, coca y yista a los presentes, se hace casar a un animal
macho con uno hembra, el dueño de la hacienda da tres vueltas al mojón donde se
entierran los recortes de orejas, la coca y las ofrendas a la Pachamama, se ruega
por la multiplicación del rebaño, y luego se hace una fiesta.
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