Algunas consideraciones reflexivas




"Seguramente que entre la música y el color no hay nada más en común que el hecho de que ambos siguen el mismo camino. Siete notas con ligeras modificaciones son suficientes para crear sabe Dios qué universo. ¿Debería ser diferente en las artes plásticas?".
Henri Matisse



12 de enero de 2011


“Es notable que todos debamos morir y, no obstante, vivamos como si nuestra vida fuera eterna.” [1]


Renacimiento y Humanismo

En la Italia renacentista los hombres de cualquier nivel soñaban con la fama y a menudo la obtenían, a las buenas o a las malas. Maquiavelo indicó que “con el afán de perpetuar su nombre aquellos que no podían distinguirse por algo digno de encomio procuraban lograrlo con hechos infames”. Era una época de grandes figuras como Lucrecia y César Borgia; Isabella D’ Este; Lorenzo de Médici; Andrea Vesalio; Andrea Mantegna; Aldo Manucio. Cada una de ellas fue un virtuoso, palabra italiana que se originó en esta época para designar una personalidad sobresaliente.
El Renacimiento en Italia es la primera era en la historia de la civilización que tuvo conciencia de serlo. Los egipcios de los Imperios Antiguo, Medio y Nuevo y los europeos de la Edad Media no tuvieron una idea clara de vivir en esas épocas particulares, pero muchos de los hombres notables del Renacimiento se dieron cuenta cabal de que vivían en una nueva época de la historia humana.
La mención del Renacimiento suscita todavía en algunos la idea del súbito y brillante «amanecer» que sigue a la larga «noche»  medieval.
En la segunda mitad del siglo XV, las ciudades – estado italianas consolidaron la nueva cultura que habría de impregnar Europa.
El Renacimiento comenzó en las postrimerías de la Edad Media, en Italia, de la mano de un pintor y de un poeta. Hacia 1300 Giotto contaba con 33 años, y Dante Alighieri con 35. Al mediar el siglo XIV, el Renacimiento era un movimiento cultural claro y distinguible. En el transcurso de los siguientes 200 años (hasta el sacco de Roma por parte de las tropas de Carlos V en 1527) el mundo de Dante y Giotto fue transformado.
El cambio profundo en lo que respecta al siglo XVI es en cuanto a pensamiento y estética. Sin embargo, como renovación de la cultura grecolatina, extendemos los comienzos del Renacimiento al siglo XIV.
Definimos en este período dos caracteres fundamentales: la exaltación de la dignitas homini como medio y como fin, y la certidumbre de hacer revivir una época pasada considerada como modelo a igualar.
La «revolución» espiritual y artística del siglo XVI permanece prisionera en su proceso de los logros de los siglos anteriores. En ellos encuentra la base del desarrollo y los límites de sus audacias.
Como se ha dicho anteriormente, se piensa normalmente que el Renacimiento se inicia en Italia durante el siglo XIV, con la obra de Cimabue y Giotto, y que termina a finales del siglo XVI. Sin embargo, muchas de las ideas que asociamos con el Renacimiento pueden rastrearse en el siglo XII, de la misma manera que en las ideas del Renacimiento hay mucho de medieval. Es erróneo marcar límites demasiado rotundos.
Aunque la palabra “Renacimiento” se puede encontrar ya en 1829 en una novela de Honoré Balzac, debe su primera definición a Jules Michelet, en 1855. La usó para describir el período de la historia europea que va de 1400 a 1600, y presencia tanto el “descubrimiento del mundo”, como “el del hombre”. Tras la publicación en 1860 de La cultura del Renacimiento en Italia del historiador suizo Jakob Burckhardt, la palabra fue incorporada al vocabulario histórico. Burckhardt escribió un relato románticamente coloreado, sin embargo, su logro fue presentarlo no sólo como un período sino como un movimiento cultural que marcó un momento crucial en la transición del medioevo al mundo moderno. Consagró el término como categoría historiográfica. 
En su descripción del Renacimiento, Burckhardt ha acentuado sobre todo el naturalismo, y señala en el volverse a la realidad empírica, en el descubrimiento del mundo y del hombre, el momento esencial del Renacimiento.
Lo que podemos considerar nuevo, que trajo consigo el Renacimiento con respecto a la Edad Media, son los rasgos científicos, metódicos e integrales del naturalismo. Lo notable no era que el artista se hubiera convertido en observador de la naturaleza, sino que la obra de arte sea un estudio de esa naturaleza.
Lorenzo Valla y Nicolás Maquiavelo, usan para expresar el fenómeno de renovación, la palabra risuscitare, Giorgio Vasari utiliza el término rinascita. Ambos conceptos encierran la idea de renovación, recreación, y no simple imitación de la Antigüedad. Los contemporáneos que eligieron el término, como expresión de su propia autoconciencia histórica no se detuvieron a pensar y a determinar su significado técnico. Esta tarea fue la que llevó a cabo la historiografía decimonónica.
Se intentó ver en el Renacimiento, el nacimiento del liberalismo (Michelet), el descubrimiento del mundo y del hombre y del carácter irreligioso (Voltaire). La idea del Renacimiento como una época de hombres epicúreos, violentos y ateos, no tiene mucho que ver con el siglo XV, pero sí con el concepto liberal de Renacimiento que tenía el XIX. Para Michelet el Renacimiento es el principio de la evolución que llevará al triunfo de la idea de la libertad y la razón.
Hoy sabemos que el mundo medieval estuvo repleto de movimientos de recuperación de autores y obras de la Antigüedad, y tuvo también, como el Renacimiento sus grandes individuos creadores. Pero con esto no se quiere decir que el Renacimiento sea una simple continuación de la Edad Media, o una invención de la historiografía decimonónica.

“(...) hubo un Renacimiento que, <iniciado en Italia en la primera mitad del siglo XIV, extendió sus tendencias clasicistas a las artes visuales durante el XV, y a partir de entonces dejó marcada su huella sobre todas las actividades culturales del resto de Europa>” [2].

Pero antes de él, durante toda la Edad Media, hubo diversos movimientos de renovación.
El primer renacimiento es la renovatio carolingia. Iniciada en tiempos de Carlomagno, acaba virtualmente con la muerte de Carlos el Calvo en 877, a esto siguieron ocho o nueve decenios, con notables logros en los ámbitos musical y literario. Por lo que respecta al arte plástico, los años ocurridos entre 880 y 970, no pasaron de ser un período de incubación. Habrá que esperar al último tercio del siglo X para encontrar un resurgimiento general del arte, éste fue tan marcado, que se lo conoce como renacimiento otoniano, fue un movimiento de renovación en todos los sentidos, excepto en el de esfuerzo concentrado por resucitar la Antigüedad. Esta renovación de hacia 970-1020, se inspiró únicamente en fuentes paleocristianas, carolingias y bizantinas.
Pasados otros cien años, en la etapa románica plena en Europa y gótica temprana en Francia; encontramos dos renacimientos paralelos, y en cierto modo, complementarios. Ambos se iniciaron en la última parte del siglo XI, ambos alcanzaron su apogeo en el XII y se prolongaron en el XIII, y ambos volvieron a fuentes clásicas.
Uno de estos movimientos es el que se conoce con el nombre un tanto impreciso de protorrenacimiento del siglo XII. Fue un fenómeno mediterráneo, surgido en Francia meridional, Italia y España.
El segundo de esos movimientos es el protohumanismo, considerado como un ideal cultural y educativo específico. Desarrollado en una zona muy diferente de la del protorrenacimiento, en la Borgoña francesa, Alemania occidental y Países Bajos; pero sobre todo en Inglaterra.
Del entrecruzamiento de ambos movimientos, resultó la reactivación de motivos clásicos junto a conceptos clásicos.
Vemos que, a partir de los siglos XI y XII el arte medieval hizo asimilable la Antigüedad clásica por vía de descomposición. Correspondió al Renacimiento italiano la tarea de reintegrar los elementos separados. Así pues, no nace para ocupar un vacío cultural absoluto. Había habido renacimientos previos, que en varios aspectos prepararon el camino para los logros de los siglos XV y XVI.
Sin embargo, esta reintegración fue precedida por una reacción general y radical contra las tendencias clasicistas que habían prevalecido en el arte protorrenacentista y en la literatura protohumanista.
La Edad Media había dejado insepulta a la Antigüedad, y alternativamente galvanizó y exorcizó su cadáver. El Renacimiento lloró ante su tumba y trató de resucitar su alma: y en un momento fatalmente propicio lo logró”.[1] 
La sociedad medieval llevaba años dando muestras de cansancio. El relevo resultaba una necesidad imperiosa. La ocasión la ofrece el avance de los turcos otomanos, de religión islámica, en la parte oriental del Mediterráneo, donde subsistía el viejo Imperio Romano con su capital en Bizancio.
Muchos huyen, víctimas del miedo, ante el avance musulmán. Al buscar refugio en el Occidente cristiano, entran en contacto con el hombre occidental, y éste, vuelve a entrar en unión con la Antigüedad grecorromana, que centraba su culto en la individualidad.
Algo nuevo comienza a despuntar en el horizonte de la Historia del pensamiento humano, el Humanismo, el Renacimiento.
Los hombres del Renacimiento consideraron que en su tiempo, la humanidad cambió fundamentalmente.
¿Representa realmente el Renacimiento italiano una ruptura total con la Edad Media?. ¿Vio nacer al Hombre Moderno?.
Reiteramos, el Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI. En este período la fragmentaria sociedad feudal de la Edad Media, caracterizada por una economía básicamente agrícola y una vida cultural e intelectual dominada por la Iglesia, se transformó en una sociedad sojuzgada progresivamente por instituciones políticas centralizadas, con una economía urbana y mercantil, en la que se desarrolló el mecenazgo de la educación, de las artes y de la música.
La moderna investigación ha puesto fin al concepto de la Edad Media como época oscura e inactiva y ha mostrado cómo el siglo previo al Renacimiento estuvo lleno de logros. Gracias a los scriptoria de los monasterios medievales se conservaron copias de obras de autores latinos como Virgilio, Ovidio, Cicerón y Séneca. El sistema legal de la Europa Moderna tuvo su origen en el desarrollo del Derecho Civil y del Derecho Canónico durante los siglos XII y XIII, y los pensadores renacentistas continuaron la tradición medieval de los estudios de gramática y retórica. En el campo de la Teología, durante el Renacimiento se continuaron las tradiciones medievales del escolasticismo y las establecidas por las obras de santo Tomás de Aquino, Juan Scoto y Guillermo de Ockham. El platonismo y el aristotelismo fueron cruciales para el pensamiento filosófico renacentista. Los avances en las disciplinas matemáticas (también en la astronomía) estaban en deuda con los precedentes medievales. Las escuelas de Salerno y Montpellier fueron destacados centros de estudios de medicina durante la Edad Media.
El Renacimiento italiano fue sobre todo un fenómeno urbano, un producto de las ciudades que florecieron en el centro y norte de Italia, como Florencia, Ferrara, Milán y Venecia, cuya riqueza financió los logros culturales renacentistas. Estas mismas ciudades no eran producto del Renacimiento sino del período de gran expansión económica y demográfica de los siglos XII y XIII. Los comerciantes medievales italianos desarrollaron técnicas mercantiles y financieras como la contabilidad o las letras de cambio. La creación de la deuda pública (concepto desconocido en épocas pasadas) permitió a esas ciudades financiar su expansión territorial mediante la conquista militar. Sus mercaderes controlaron el comercio y las finanzas europeas; esta fluida sociedad mercantil contrastaba claramente con la sociedad rural de la Europa medieval. Era una comunidad menos jerárquica y más preocupada por sus objetivos seculares.
Por supuesto, la Edad Media no acabó de forma repentina. No obstante, sería falso considerar la Historia como una perpetua continuidad y por tanto al Renacimiento como una mera continuación de la Edad Media. Una de las más significativas rupturas renacentistas con la tradición medieval se encuentra en el campo de la Historia. Las obras Historiarum florentini populi libri XII (Doce libros de historias florentinas, 1420) de Leonardo Bruni, las Istorie fiorentine (Historias florentinas, 1525) de Nicolás Maquiavelo, Storia d´Italia (Historia de Italia, 1561-1564) de Francesco Guicciardini y Methodus ad facilem historiarum cognitionem (Método para facilitar el conocimiento de la historia, 1566) de Jean Bodin, estaban escritas bajo un punto de vista secular del tiempo y con una actitud crítica hacia las fuentes históricas. La Historia se convirtió en una rama de la Literatura más que de la Teología; los historiadores renacentistas rechazaron la división medieval cristiana de la Historia, que se iniciaba con la Creación, seguida por la Encarnación de Jesús para terminar con el posterior Juicio Final. La visión renacentista de la Historia también constaba de tres partes: comenzaba con la Antigüedad, continuaba con la Edad Media y se completaba con la Edad de Oro o Renacimiento, que acababa de iniciarse. Mientras que los eruditos medievales contemplaban con recelo el mundo pagano griego y romano creyendo que vivían en la última etapa histórica, previa al Juicio Final, sus colegas renacentistas exaltaban el mundo clásico, condenaban el medievo como una etapa ignorante y bárbara y proclamaban su propia era como la época de la luz y de regreso al clasicismo. Esta visión era expresada por muchos pensadores renacentistas que recibieron el nombre de Humanistas.
La idea renacentista del Humanismo supuso otra ruptura cultural con la tradición medieval. Según Paul Oscar Kristeller, este término, frecuentemente mal interpretado, significa la tendencia general del Renacimiento a "conceder la mayor importancia a los estudios clásicos y a considerar la antigüedad clásica como la pauta común y el modelo a seguir en toda la actividad cultural". Se estudiaron los textos clásicos y se enjuiciaron por sus propios valores; desde este momento ya no se utilizarían más para embellecer y justificar la civilización cristiana. El gran interés por la Antigüedad tuvo su expresión en la febril y fructífera búsqueda de manuscritos clásicos; se redescubrieron los Diálogos de Platón, los textos históricos de Heródoto y Tucídides, las obras de los dramaturgos y poetas griegos, así como de los Padres de la Iglesia, que se publicaron críticamente por primera vez. El estudio de la lengua griega floreció en los siglos XV y XVI gracias a la emigración de eruditos bizantinos que, tras la caída de Constantinopla en 1453, la enseñaron en Florencia, Ferrara y Milán. El estudio de la Literatura Antigua, de la Historia y de la Filosofía Moral, aunque a veces degeneró en una imitación de los clásicos, tenía por objetivo crear seres humanos libres y civilizados, personas de gusto y juicio, ciudadanos, en definitiva, más que sacerdotes y monjes.
La perfección del cuerpo humano mediante el entrenamiento físico, ideal que raramente se conoció en la Edad Media, se convirtió en uno de los objetivos de la educación renacentista. Los estudios humanísticos, junto a los grandes logros artísticos de la época fueron fomentados y apoyados económicamente por grandes familias como los Médici en Florencia, los Este en Ferrara, los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua, los duques de Urbino, los dogos en Venecia y el Papado en Roma.
La recuperación y estudio de los clásicos originó la aparición de nuevas disciplinas — filología clásica, arqueología, numismática y epigrafía — y afectó críticamente al desarrollo de las ya existentes. En el campo de las bellas artes la ruptura decisiva con la tradición medieval tuvo lugar en Florencia en torno a 1420, cuando el arte renacentista alcanzó el concepto científico de perspectiva lineal que hizo posible representar el espacio tridimensional de forma convincente en una superficie plana. Las obras del arquitecto Filippo Brunelleschi y del pintor Masaccio son deslumbrantes ejemplos del uso de esta técnica.
Donatello, considerado fundador de la escultura moderna, esculpió una estatua de David, primer desnudo a tamaño natural desde la Antigüedad. Desde mediados del siglo XV, las formas y temas clásicos volvieron a ser utilizados: los motivos mitológicos tomados de las fuentes literarias adornaron palacios, paredes, mobiliarios y vajillas; Pisanello retomó la antigua costumbre de acuñar medallas para conmemorar a eminentes figuras, como el político florentino Cosme de Médici; Piero della Francesca, Andrea Mantegna y Sandro Botticelli pintaron retratos de personajes de la nobleza resaltando sus características individuales. Los ideales renacentistas de armonía y proporción culminaron en las obras de Rafael, Leonardo da Vinci y Miguel Ángel durante el siglo XVI.
También se hicieron progresos en Medicina y Anatomía, especialmente tras la traducción, en los siglos XV y XVI, de numerosos trabajos de Hipócrates y Galeno; también fueron traducidos en el siglo XVI algunos de los más avanzados tratados griegos sobre Matemáticas. Entre los adelantos realizados destacaron la solución de ecuaciones cúbicas y la innovadora Astronomía de Nicolás Copérnico y Johannes Kepler. A finales del siglo XVI, Galileo Galilei ya había dado un paso fundamental al aplicar modelos matemáticos a la Física. La Geografía se transformó gracias a los conocimientos empíricos adquiridos a través de las exploraciones y los descubrimientos de nuevos continentes y por las primeras traducciones de las obras de Ptolomeo y Estrabón.
En el campo de la tecnología, la invención de la imprenta en el siglo XV revolucionó la difusión de los conocimientos. La imprenta incrementó el número de ejemplares, ofreció a los eruditos textos idénticos con los que trabajar y convirtió el trabajo intelectual en una labor colectiva.
El uso de la pólvora transformó las tácticas militares entre los años 1450 y 1550, favoreciendo el desarrollo de la artillería que mostró su efectos devastadores contra los muros de piedra de castillos y ciudades. El ejército medieval, encabezado por la caballería y apoyado por arqueros, fue reemplazado progresivamente por la infantería provista de armas de fuego y picas; tales fuerzas formaron los primeros ejércitos permanentes de Europa.
En el campo del Derecho, se tendió a sustituir el abstracto método dialéctico de los juristas medievales por una interpretación filológica e histórica de las fuentes del Derecho Romano. Por lo que respecta al pensamiento político, los teóricos renacentistas recusaron, pero no anularon, la proposición medieval de que la preservación de la libertad, del derecho y de la justicia constituía el objetivo fundamental de la vida política. Los renacentistas aseveraron que la misión central del gobernante era mantener la seguridad y la paz. Maquiavelo sostenía que la virtú (la fuerza creativa) del gobernante era la clave para el mantenimiento de su propia posición y el bienestar de sus súbditos, idea consonante con la política de la época.
Durante el Renacimiento las ciudades italianas se convirtieron en estados territoriales, que buscaban expandirse a costa de otros. La unificación territorial tuvo lugar también en España, Francia e Inglaterra, lo que condujo a la formación del Estado Nacional Moderno. Este proceso contó con la ayuda de la moderna diplomacia, configurada al tiempo que las nuevas tácticas militares cuando las ciudades - estado italianas establecieron embajadas permanentes en cortes extranjeras. En el siglo XVI la institución de la embajada estable se hallaba extendida por el norte del continente, en Francia, Inglaterra y en el Sacro Imperio Romano Germánico.



[1] GUICCIARDINI, Francesco. Citado por HALE, John R.: EL Renacimiento. P. 182.
[1] PANOFSKY, Erwin: Op. Cit. P. 173.
[2] PANOFSKY, Erwin: Renacimiento y Renacimientos en el Arte Occidental. P. 83.

1 comentario:

  1. Qué interesante este texto! Me pareció más que explicativo y conciso. Deja bien en claro aquello que provoca una ruptura que hace que las etiquetas históricas cambien, pero, al mismo tiempo, que se da una continuidad inevitable en los tiempos hitóricos y artísticos.
    En este momento estoy leyendo una biografía de Miguel Ángel (de Irving Stone) y estoy más que metida en el tema.
    Siempre tan interesante lo que posteás!
    Saludos!

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